A LLORAR
Nadie duda que el llorar es beneficioso y más cuando se trata de liberar la tensión acumulada por algún que otro acontecimiento, es la más evidente muestra de sufrimiento y dolor, personalmente se me hace muy difícil consolar a quien llora y mucho más soportar el llanto de una criatura sufriendo.
Si bien las féminas son de llanto más fácil, no tienen precisamente la exclusividad, somos muchos los hombres que hemos llorado, por dolor, sentir, perdidas, y también por desamor, en ocasiones por no haber sabido amar y convertir a quien nos quiere en victima de nuestras debilidades.
Para que uno pueda liberar la tensión del día, de los acontecimientos, del devenir de la vida, se han creado los “crying club”, lugares donde los asistentes cuentan sus tristes vivencias creando un “llanto colectivo liberador”, si no se consigue llorar con las historias, se pone a disposición del usuario una serie de películas sensibleras para conseguir el objetivo y, para los más obstinados se ofrecen cebollas, la cuestión es que todos/as pongan en marcha sus lagrimales.
En Japón existen cientos de clubes, donde por unos seis euros, se puede alquilar una habitación donde proyectar la “peli de pena”, dicha actividad es aconsejada por las empresas para conseguir liberar a los ejecutivos de la tensión del trabajo y a todos aquellos que precisan "desestresarse".
El antropólogo Bertirotti indica que “llorar se ha convertido en un lujo, no nos ha quedado mas remedio que encerrarnos para expresar el dolor, si antiguamente la expresión de sufrimiento era todo un rito, hoy ya no existen canales para desfogarnos, se debe todo, a que la sociedad de la seguridad elimina la posibilidad de decir que se esta triste”.
Los adeptos al llanto están proliferando por todo el mundo y la apertura de clubes para tal evento, se esta llevando a cabo en las principales capitales, incluso existe una página de moda “Cryingwhileeating.com” donde se puede ver llorando a la gente mientras come, realiza cualquier actividad o confiesa públicamente sus debilidades y sentimientos.
Ya esta aquí la “llantoterapia”, no es de extrañar que en poco tiempo aparezca la publicidad de algún que otro club de la lagrima, así como algún experto en el tema impartiendo cursos, conferencias y expidiendo diplomas de experto en hacer llorar, la moda es la moda y si esta nos beneficia pues… mejor que mejor.
Debo confesar que soy un sensiblero, incluso alguna que otra lagrimilla se derrama por el surco de mis mejillas (veis que poeta) al final de alguna película. Hubo un tiempo en que me convertí en masoquista y ví tres o cuatro veces “Campeón”, luego con el tiempo “Otoño en Nueva Cork” y otra y otra… ya se va predispuesto a llorar y… vaya si se llora, en todo caso prefiero llorar en estas ocasiones y en cualquier club del llanto, que tener que hacerlo por sufrimiento o por circunstancias de esta puñetera vida.
Si bien las féminas son de llanto más fácil, no tienen precisamente la exclusividad, somos muchos los hombres que hemos llorado, por dolor, sentir, perdidas, y también por desamor, en ocasiones por no haber sabido amar y convertir a quien nos quiere en victima de nuestras debilidades.
Para que uno pueda liberar la tensión del día, de los acontecimientos, del devenir de la vida, se han creado los “crying club”, lugares donde los asistentes cuentan sus tristes vivencias creando un “llanto colectivo liberador”, si no se consigue llorar con las historias, se pone a disposición del usuario una serie de películas sensibleras para conseguir el objetivo y, para los más obstinados se ofrecen cebollas, la cuestión es que todos/as pongan en marcha sus lagrimales.
En Japón existen cientos de clubes, donde por unos seis euros, se puede alquilar una habitación donde proyectar la “peli de pena”, dicha actividad es aconsejada por las empresas para conseguir liberar a los ejecutivos de la tensión del trabajo y a todos aquellos que precisan "desestresarse".
El antropólogo Bertirotti indica que “llorar se ha convertido en un lujo, no nos ha quedado mas remedio que encerrarnos para expresar el dolor, si antiguamente la expresión de sufrimiento era todo un rito, hoy ya no existen canales para desfogarnos, se debe todo, a que la sociedad de la seguridad elimina la posibilidad de decir que se esta triste”.
Los adeptos al llanto están proliferando por todo el mundo y la apertura de clubes para tal evento, se esta llevando a cabo en las principales capitales, incluso existe una página de moda “Cryingwhileeating.com” donde se puede ver llorando a la gente mientras come, realiza cualquier actividad o confiesa públicamente sus debilidades y sentimientos.
Ya esta aquí la “llantoterapia”, no es de extrañar que en poco tiempo aparezca la publicidad de algún que otro club de la lagrima, así como algún experto en el tema impartiendo cursos, conferencias y expidiendo diplomas de experto en hacer llorar, la moda es la moda y si esta nos beneficia pues… mejor que mejor.
Debo confesar que soy un sensiblero, incluso alguna que otra lagrimilla se derrama por el surco de mis mejillas (veis que poeta) al final de alguna película. Hubo un tiempo en que me convertí en masoquista y ví tres o cuatro veces “Campeón”, luego con el tiempo “Otoño en Nueva Cork” y otra y otra… ya se va predispuesto a llorar y… vaya si se llora, en todo caso prefiero llorar en estas ocasiones y en cualquier club del llanto, que tener que hacerlo por sufrimiento o por circunstancias de esta puñetera vida.
Llorar es lo primero que hacemos a nuestra llegada y en muchas ocasiones con una lágrima cerramos el último acto de nuestra existencia y… ahora me retiro a un rincón, me sentaré, encogeré las piernas para que acojan mi cabeza que ocultare entre las manos y llorare, no se si conseguiré liberarme pero… al menos me habré ahorrado seis euros, ¿o no?.
Tristeza: Estado mental producido por un juglar, la columna graciosa de un periódico, la esperanza en el cielo. A. Bierce
Tristeza: Estado mental producido por un juglar, la columna graciosa de un periódico, la esperanza en el cielo. A. Bierce