domingo, diciembre 10, 2006

MORIRSE, HOY POR HOY

Cuando sesga con su guadaña la vida, no distingue entre los buenos y los malos, los poderosos y los humildes, los capaces y los incapaces, a todos nos trata por igual, y en cierto modo es reconfortante saber que al final del camino, todos sin exclusiones, recorremos el mismo tramo, temerosos, despojados y humildes.
Cuando nuestro abuelos, postrados en sus camas percibían que se acercaba el momento, aparecía un sacerdote que le ofrecía la posibilidad de redimirse, luego se le eximia ante Dios de todos sus pecados, con ello, se daba la oportunidad de vulnerar algún secreto y de otorgar sus ultimas voluntades, se rezaba, se daba el ósculo a los seres queridos y se disponía uno a morir. Producido el óbito, se habilitaba una habitación donde se exponía al fallecido para que familiares, conocidos, amigos y algún que otro enemigo, pudiera contemplar al “paco” (siempre aparecía alguien que no dejaba de comentar lo “bien que había quedado” y lo “igualito que estaba”) se ofrecía la condolencia y se estaba una ratillo comentando lo mucho que significa la perdida para todos, había ocasiones en que se velaba toda la noche y dicha vela era de obligado cumplimiento para los más allegados y para todo aquel que pretendiera quedar de “coña” ante la familia, a la mañana aparecía el párroco, se rezaba el rosario y era “chocante” las pocas voces que se oían en proporción a los participantes (ahí se evidenciaba lo poco que sabían rezar los allegados). A una hora determinada, aparecía el vehiculo (en otro lugares se llevaba a hombros por el pueblo), y era el momento de la última salida de casa, se aferraban al ataúd y se daba la apariencia de que querían quedarse con el muerto, “que se nos llevan al paco”. Se celebraba misa de “cuerpo presente” y el cura, tenia la oportunidad de ofrecer un buen sermón, resaltando las cualidades cristianas del fallecido (aunque no hubiere ido a misa en su puta vida) y por supuesto obtener un buen “cepillo”. Luego, la escena del enterramiento entre sollozos, se iniciaba el descanso eterno y la familia guardaba luto un tiempo. Quizás todo parezca una parafernalia, pero existía un protocolo que en cierta manera convertía al protagonista en privilegiado (al menos una vez en la vida), protocolo, que no olvidemos, hoy por hoy se da a quienes la sociedad considera “importantes”.
Hoy por hoy, se ingresa en un hospital, el medico te informa e informa a la familia que te quedan dos telediarios, sueles decirles que no se preocupen que estas bien y que puedes estar solo, que comprendes las necesidades de todos y cada uno, lo hijos que tienen que pagar la hipoteca del adosado, las letras del “audi” y los gastos que tienen, los nietos ni verlos que con el jaleo que montan…, mejor que ni vengan, además no es bueno que recuerden al abuelito con tanto tubo enchufado y en las ultimas, y la “parienta” pues viene y va, hay familias agradecidas que te quieren tanto, que pagan a una emigrante sin papeles para que te haga compañía y otras que con lo que pagan de impuestos, pues que trabajen las enfermeras que para eso están, al final te da un dolor en el pecho, pones cara de gilipollas, miras el culo a la ecuatoriana y te mueres, así, sin más. Se toca el timbre, viene la enfermera, mira los aparatos, te quita los cables, los tubos, en una palabra, te desenchufa, te cubre con la sabana y le dice a la auxiliar que diga al médico que el de la 202 se ha muerto, seguidamente se llama al celador para que te baje al mortuorio y se da aviso a urgencias para que suban al siguiente. Previo aviso a la familia, te exponen tras un vitrina en el mortuorio, donde durante un horario de 15 a 18 horas se reciben las condolencias, luego te meten al frío en conserva y a la mañana siguiente (y previa propina al operario de turno) se procura enterrarte a primera hora, (cuanto antes mejor), total ya no se puede hacer nada…. luego si se es católico se celebra la misa funeral, donde el oficiante te menciona, (como el que no quiere la cosa) se da el pésame y santas pascuas.
Se me tildara de anticuado, pero me gusta el ceremonial, si he vivido trabajando para dar a mi familia todo y cuanto se ha precisado, si he dejado de darme algún que otro capricho para poder pagar los de los hijos, como mínimo exijo el derecho a morir con dignidad, en mi cama y ante la cara de cansancio de mis allegados, al menos poder despedirme con unas palabras de esas que hacen historia, como “cabrones, ahora, a repartir”, “que os jodan”, o aquellas de “no lloréis porque siempre estaré con vosotros” (vaya consuelo), deseo que mi ultima visión no sea el culo de la limpiadora o el de la ecuatoriana tocando el timbre, que lloren o no lloren, que me hagan misa o no, que vengan o no vengan, que se entristezcan mis amigos y se alegren mis enemigos (eso si que fastidia), que haga sol o llueva, la verdad, me importa un pimiento, solo pido un poco de respeto y dignidad para mi cuerpo, (de mi alma, ya daré cuentas a quien me reciba), al fin y al cabo, la muerte no es mas que un sorteo en el que todos tenemos el número premiado.

6 Comments:

At 10 de diciembre de 2006, 19:43, Anonymous Anónimo said...

¿Qué significa lo anteriormente expuesto por Javier?, pues nada que menos que comprender que las crisis, el sufrimiento y las dificultades son puntos de inflexión en nuestras aletargadas existencias; son verdaderas oportunidades para transformarnos en forma íntegra, dándonos cuenta de la impermanencia de todo y aprendiendo así a aceptar los cambios.
En una palabra, si deseamos dejar de una vez por todas que la vida nos viva a nosotros y en cambio vivir nosotros la vida, debemos empezar por aceptar la muerte como una gran maestra que continuamente nos susurra al oído: "Carpe diem", es decir, vive la vida en el aquí y ahora, sin dejar situaciones inconclusas, pues no sabemos que llegará primero, si la muerte o el próximo día. Por eso hay que disfrutar el día a día, ser feliz o intentar serlo el mayor tiempo posible. Hoy estas Mañana no.

 
At 10 de diciembre de 2006, 19:50, Anonymous Anónimo said...

La muerte no nos roba a los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida y las injusticias sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.

M.C.

 
At 10 de diciembre de 2006, 22:16, Blogger quieroseryo said...

¿La muerte? Cada día que pasa es una victoria sobre ella.
Quiero vivir el día a día, segundo a segundo y dejar algo para hacer mañana, porque quiero seguir estando aquí.
Aun así, creo que cada día, se esta apagando algo dentro de mi, por las injusticias, por los escasos valores que hay y tantas cosas que pasan desapercibidas y sientes que algo se esta apagando.
¿Como se puede aceptar la muerte?
¿Estamos preparados?
Si se tiene que aceptar por lo que has vivido, si estoy preparado, no falta nada.
Pero que mucho, mucho tiempo tarde al llegar, porque me gustaría ver casados a mis hijos y conocer a mis nietos.
Mari Carmen, acertado el comentario, la vida y las injusticias, son las que más daño hace.

“Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontrareis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.”

Antonio Machado

 
At 10 de diciembre de 2006, 22:50, Anonymous Anónimo said...

Hay que vivir el dia a dia, con ilusion, con esperanza e intentar que la muerte no nos impida ser felices, al fin y al cabo la vida es un viaje un transito.
Muy bonito el poema de Machado, quieroseryo esta muy acertado.

Elvi

 
At 10 de diciembre de 2006, 22:57, Blogger LaLocadelMoño said...

La muerte es, al fin y al cabo, la única que te espera en el final del trayecto de la vida, te tapa con su manto oscuro sin importarle quien eres, de donde vienes, como eres, si tiene o no tienes.
Es fiel a todos nosotros, nos dará la mano algún día sin excepción y como dice mi princesa consorte, de susurra cada día "carpe diem" que el día menos pensado vendré a por ti.
Besos

 
At 16 de diciembre de 2006, 3:10, Blogger raul said...

hay formas y formas de palmarla. El último amigo que nos dejó fue capaz de dejarnos claras sus instrucciones. Mesa reservada en la cafetería del tanatorio, órdenes expresas para que nos limitaramos a trasegar gintonics de bombay azul y heineken, todo pagado de antemano, todo planeado antes de morir. Creo que se reía en su cajita, al ver a familiares lejanos y cumplidores criticar a los amigos que andabamos honrando su memoria de una forma un tanto escandalosa.

la parca no es solo una guadaña sobre nuestro cuello, es también el último consuelo, la liberación y el paso (ya cada uno que se aplique su cuento)a otro nivel. Es una compañera.

 

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