RELATIVAS INDEMNIZACIONES

La Audiencia de León acaba de condenar a una mujer al pago de 30.000 euros a su esposo, (cito a su tenor literal).” Por los daños morales que se le han ocasionado como consecuencia de haber descubierto su no paternidad respecto a quien creía su hija y la supresión de dicha paternidad, lo que supuso la pérdida del vínculo biológico respecto a la misma, así como el derecho a continuar relacionándose con la que siempre había considerado como su hija”, “lo que ha determinado la indemnización , ha sido el dolo de la demandada a la hora de ocultar de forma continuada la verdadera filiación de la menor”, el hombre al conocer la noticia cayo en una depresión, presentando un cuadro de “apatía intensa y tristeza” a ello añadir el constante llanto que mantuvo durante la celebración de la vista. El hombre también incluyo en el suplico de la demanda la indemnización por la infidelidad conyugal, pero el juzgador ha entendido que no es en nada susceptible de reparación económica, también surge la pregunta del porque no se condena al pago solidario al padre biológico de la menor, tal y como fallan otras sentencias, la causa es que el demandante no lo pidió, o sea, que los tiros y troyanos eran para su acreditada infiel esposa.
Lo cierto es que es un golpe bajo el hecho de que pase el tiempo, tengas una hija y que luego te enteres que es del fulano aquel tan simpático que paseaba el perrito a la misma hora que tu señora, porque que haces con la niña, ¿la dejas de querer? ¿la llamas mentirosa cada vez que te llame papito?, ella no tiene la culpa, el amor filial es el amor y en eso no debe haber condiciones. No creo que la cantidad a percibir le pueda resarcir de nada, al fin y al cabo el pecunio no cambia las cosas y no se va a curar del espanto por ello, pero bueno, al menos la esposa tendrá que rascarse el bolsillo y la verdad es que el orgasmo fecundador le ha salido a precio de lujo y más cuando (quizás) se trato de esos cinco minutos de gloria mientras los perritos hacían pis en el pipican.
Hubo un tiempo en que se formulo la propuesta de una ley que incluyera el ADN en el documento de identidad por eso de la genética, tanto para el tratamiento de enfermedades como para la identificación positiva de los individuos o del genero humano como queráis, pero resulta que las estadísticas confirmaron que rondaba el 27 % los nacidos que no pertenecían a quien decía o creía ser su padre biológico, de hecho, se sigue manteniendo de forma casi invariable el mismo porcentaje, o sea, que como les de a los varones por las pruebas de paternidad, van dados los juzgados con demandas que además ya poseen favorable jurisprudencia.
En una palabra, que al que Dios se la de, San Pedro se la bendiga, no se trata de juzgar un desliz, que vayamos a saber porque se produjo, ni tampoco a rechazar a los hijos/as pensando que esos ojillos no son de la familia vivir así tiene que ser una locura, por otra parte, al fin y al cabo, cada uno/a es dueño/a de su cuerpo, porque el alma, según el de Zalamea es de Dios, y por ello que lo comparta con quien le venga en gana, lo malo no es la infidelidad en si misma, sino el embuste generado por las convenciones, y eso de ¡¡¡eres mía!!! o ese afán de posesión, no defiendo la infidelidad, lo mejor es que el padre lo sea de verdad, ya que la madre siempre lo es.
En derecho, al inculpado siempre le es de aplicación el derecho a la duda, en este caso la duda se convierte en una verdadera putada, al menos al hijo/a repudiado/a siempre le queda aquello que canto el poeta “madre no hay mas que una y a ti, te encontré en la calle” o en este caso en los juzgados.