SIN PRISAS
No hace mucho cerraron una cafetería de esas de toda la vida sustituyéndola por un restaurante de comida rápida, de esos que llegas, te sirves, pagas, comes junto con otros que van a toda pastilla por eso del horario y te largas haciendo la digestión camino de los quehaceres diarios. Considero que la prisa es uno de los males de nuestro tiempo, de hecho son muchos, demasiados lo que están convencidos de que una vida intensa es la que se mueve deprisa, incluso los hay que someten sus horas de asueto a una feroz prisa por hacer cosas, a cuantas mas, mejor.
Los hay que dedican los viajes a ver multitud de cosas de una forma frenética, lo que no solo impide el sosiego de la contemplación sino ni tan siquiera ver algo, llegan al monumento y ni pueden atender las explicaciones de la guía, “no tenemos tiempo, hay que ver mas cosas”, de hecho, mas que ir a algún lugar parecen escapar de aquel en el que habitan, cuanto menos saben adónde van, más aprisa se dirigen, viajan rápido hacia ninguna parte. Hay ocasiones en que se vive tan deprisa que podemos pasar de largo y dejarnos atrás la propia vida, creo que vive más quien vive más lentamente, la vida no es cuestión de cantidad sino de intensidad.
Estamos perdiendo el placer de contemplar, de una pausada tertulia a media tarde, donde se toma el tiempo preciso para pensar, para indicar, para intercambiar, para dialogar, ahora hablamos a través de la pantalla, inventando palabras para darnos mas prisa en las respuestas y eso cuando no mantenemos tres o mas conversaciones distintas con otros tantos interlocutores, hemos terminado por cogerle el gusto a bocatas con pan de molde y cualquier tipo de comida rápida en detrimento de esa cocina tradicional que requiere su tiempo, incluso en muchos hogares meten los ingredientes y zas zas, en minutos tenemos un cocido de máquina, no es como el de antes, pero puñetas… esta hecho en un cuarto de hora, incluso en el arte culinario nos estamos tornando de paladar insípido, me da pena cuando veo a la juventud incapaz de comer cualquier cosa sin mayonesa o el ketchup de las narices, todo sea por la velocidad.
En los museos en ocasiones se hacen largas colas para luego contemplar a los visitantes pasar por los cuadros como si se tratara de una carrera contra el tiempo, parece una competición sobre quien visualiza mas, de hecho ve mas quien contempla un solo cuadro que quien resbala la mirada sobre un centenar.
“El mundo me ha abandonado”, es el final de una preciosa canción de Mahler, en la que el silencio en el que se abisma la música parece estar incluido en la partitura, en la música pocos pasajes resultan tan sobrecogedores como aquellos en que la lentitud presagia la perfección del silencio, silencio que tan solo saborea quien busca la lentitud de la vida, de la naturaleza, de esas pequeñas cosas que nos da la existencia y que vienen a nosotros en pequeñas dosis, de esa felicidad que apreciamos saboreándola en diminutas porciones, sin prisa.
Wittgenstein escribió: “En la carrera de la filosofía gana el que puede correr más despacio, o aquel que alcanza el último la meta”, es preciso aprender a vivir sin prisa, saborear las cosas lentamente e intentar retener cada segundo de esa felicidad que nos proporcionan las cosas buenas, las de siempre, como ese tiempo para ver amanecer o ese abrazo sin tiempo en el ocaso, o esas caricias sobre esa piel que nos hace soñar milímetro a milímetro, para retener su aroma, su tacto, que solo se puede apreciar asi, sin prisa y como otras muchas cosas con esa lentitud que estamos olvidando para tener prisa sin saber porque, en demasiadas ocasiones.
Los hay que dedican los viajes a ver multitud de cosas de una forma frenética, lo que no solo impide el sosiego de la contemplación sino ni tan siquiera ver algo, llegan al monumento y ni pueden atender las explicaciones de la guía, “no tenemos tiempo, hay que ver mas cosas”, de hecho, mas que ir a algún lugar parecen escapar de aquel en el que habitan, cuanto menos saben adónde van, más aprisa se dirigen, viajan rápido hacia ninguna parte. Hay ocasiones en que se vive tan deprisa que podemos pasar de largo y dejarnos atrás la propia vida, creo que vive más quien vive más lentamente, la vida no es cuestión de cantidad sino de intensidad.
Estamos perdiendo el placer de contemplar, de una pausada tertulia a media tarde, donde se toma el tiempo preciso para pensar, para indicar, para intercambiar, para dialogar, ahora hablamos a través de la pantalla, inventando palabras para darnos mas prisa en las respuestas y eso cuando no mantenemos tres o mas conversaciones distintas con otros tantos interlocutores, hemos terminado por cogerle el gusto a bocatas con pan de molde y cualquier tipo de comida rápida en detrimento de esa cocina tradicional que requiere su tiempo, incluso en muchos hogares meten los ingredientes y zas zas, en minutos tenemos un cocido de máquina, no es como el de antes, pero puñetas… esta hecho en un cuarto de hora, incluso en el arte culinario nos estamos tornando de paladar insípido, me da pena cuando veo a la juventud incapaz de comer cualquier cosa sin mayonesa o el ketchup de las narices, todo sea por la velocidad.
En los museos en ocasiones se hacen largas colas para luego contemplar a los visitantes pasar por los cuadros como si se tratara de una carrera contra el tiempo, parece una competición sobre quien visualiza mas, de hecho ve mas quien contempla un solo cuadro que quien resbala la mirada sobre un centenar.
“El mundo me ha abandonado”, es el final de una preciosa canción de Mahler, en la que el silencio en el que se abisma la música parece estar incluido en la partitura, en la música pocos pasajes resultan tan sobrecogedores como aquellos en que la lentitud presagia la perfección del silencio, silencio que tan solo saborea quien busca la lentitud de la vida, de la naturaleza, de esas pequeñas cosas que nos da la existencia y que vienen a nosotros en pequeñas dosis, de esa felicidad que apreciamos saboreándola en diminutas porciones, sin prisa.
Wittgenstein escribió: “En la carrera de la filosofía gana el que puede correr más despacio, o aquel que alcanza el último la meta”, es preciso aprender a vivir sin prisa, saborear las cosas lentamente e intentar retener cada segundo de esa felicidad que nos proporcionan las cosas buenas, las de siempre, como ese tiempo para ver amanecer o ese abrazo sin tiempo en el ocaso, o esas caricias sobre esa piel que nos hace soñar milímetro a milímetro, para retener su aroma, su tacto, que solo se puede apreciar asi, sin prisa y como otras muchas cosas con esa lentitud que estamos olvidando para tener prisa sin saber porque, en demasiadas ocasiones.
8 Comments:
Cuando empecé a trabajar, a los catorce años, tenía un oficial ya maduro, y como es lógico yo tenía mucha prisa para que llegara el fin de semana para poder disfrutar del mismo, y delante de tanta ansiedad, el comento, “escucha bien y lo tienes que tener presente toda tu vida, si de algo no tienes que preocuparte es del tiempo, porque pasa solo y cuando te des cuenta te abra pasado volando”. No empecé a valorar este punto hasta que nació mi hijo, desde este momento los años han pasado volando y de esto ya hace 23 años, ha sido como un abrir y cerrar de ojos.
Pues si Javier, una de las cosas que empecé a valorar es el tiempo, y es verdad que cuando estás de viaje te lo quieres llevar todo, esto lo intento con la cámara de video y fotos, pero tener a tu mejor amigo contigo, valorando cada minuto que pasamos, sinceramente no tiene precio.
Y en referencia al día a día, es verdad que faltan horas pero he llegado a comprender que si el día tuviera 48 horas también me faltaría tiempo, así pues, hago lo justo y necesario, y tener tiempo para disfrutar de la familia y los amigos.
Quieroseryo
La prisa es mala consejera, de hecho vivimos apresuradamente, parace que nunca hay tiempo para nada, viajamos deprisa porque tambien es cierto que tenemos menos tiempo, realmente nos sosegamos cuando envejecemos.
Estoy contigo Javier, las cosas buenas hay que saborearlas muy muy despacito pero ¿tenemos tiempo para ello?.
Elvi
La prisa es mala consejera, de hecho vivimos apresuradamente, parace que nunca hay tiempo para nada, viajamos deprisa porque tambien es cierto que tenemos menos tiempo, realmente nos sosegamos cuando envejecemos.
Estoy contigo Javier, las cosas buenas hay que saborearlas muy muy despacito pero ¿tenemos tiempo para ello?.
Elvi
Si, que cierto es,es una pena,pero ya es como una mala contumbre,nos levantamos con el turbo puesto,y podeis creerme,como dice el refran,no por mucho madrugar,amanece antes,asi que por lo que a mi respecta,intento de saborear las cosas,como dice nuestro amigo Javier.
Un saludo.
Es triste ver como luchamos cada día para darles de todo a nuestra familia, pero en los apuros y en el día a día, dejamos de darles una palabra cariñosa, una sonrisa o un simple te quiero, estamos tan cansados de luchar en esta sociedad que, dejamos de compartir con nuestros hijos o nuestros amigos esos pequeños momentos que por desgracia no vuelven.
Procuro aprovechar los momentos de tranquilidad y disfrutar de esos pequeños placeres que suelen pasar inadvertidos. Deberíamos fijarnos más en ese paisaje que nos acompaña al trabajo, o saborear más el café, o deleitarnos con ese rayo de sol que estos días lucha por abrirse camino entre las nubes, compartir más cosas con nuestra pareja , con nuestos hijos, aprender a relajarnos. Vivimos demasiado deprisa, quizá demasiado preocupados (a veces con razón, desde luego), sin apreciar todo lo bueno que nos rodea. Hay palabras hermosas que no utilizamos, personas a las que no dedicamos el tiempo necesario, libros que no leemos, placeres que nos negamos por falta de tiempo... Quizá nos falte (todavía) aprender a vivir.
Rotweiller.
Comparto totalmente los comentarios efectuados, quizas porque durante algunos años de mi vida los dedique a obligaciones, trabajo, y demas quehaceres lo cual los años van pasando y te das cuenta de todo aquello que has dejado atras,sin tan siquiera percibirlo, o sea que has pasado por la vida como de puntillas, pero a dia de hoy, supongo que por esa madurez empiezas a cambiar tu manera de pensar y con ello cambiando el orden de prioridades, evidentemente el tema trabajo es intocable, pero si dosificando el tiempo restante, en lo que realmente vale la pena, una charla con una amiga, pasear, leer, decir en un sinfin de ocasiones: te quiero, en definitiva intento saborear esos pequeños momentos y si, si realmente quieres, poder es querer.
Un saludo. Carmen.
En este mundo interconectado y globalizado el concepto ‘tiempo’ es más relativo que nunca. Es difícil compatibilizar un ser como yo en un mundo como este, donde todo es como tan automático, siento que en general somos unos autómatas que deambulamos de aquí para allá, construimos puentes, levantamos sofisticadas obras de ingeniería, viajamos al espacio e incluso somos capaces de crear la vida y sin embargo que miserable es la vida moderna. De que sirve tener tantas maravillas tecnológicas, tantas comodidades si no las disfrutamos,vivimos estresados y amargados y me refiero al sentido mas ultimo de esa palabra, es como una extraña necesidad de gastar el dinero por el cual nos matamos día a día, de llenar los centros comerciales y, de inundarnos con basura tecnologizada con las que reemplazamos las cosas realmente importantes de nuestra vida, a nosotros, (o debo decir a los que queremos?). Cambiamos una caricia por un coche, un te quiero por un peluche que diga “Love Me”,un adios por un beso, somos mejores personas si usamos marcas como “Dior, Polo, Armani…”, y nuevamente pregunto es mejor asi?.. nos sentimos tan desamparados,desdichados,estresados,deshumanizados?, ya no hay grandes esperanzas, de hecho no hay esperanza, la desazón es algo generalizado en estos días, y en que momentos nos percatamos de que nos olvidamos… nos olvidamos de amar, nos olvidamos de sentir, nos olvidamos… de … vivir.
Turya
Me has matado con lo de las "prisas" en los viajes. No lo aguanto, me supera. Cada vez huyo mas de esos viajes en manada (que parecen mesnadas a veces) con un cabecilla con una sola obsesión en mente, tachar todas y cada una de las anotaciones en esa especie de "horario" que lleva elaborado. Necesito tiempo para fotografiar, para observar ese cruceiro que me he encontrado en mitad de una carretera, para echar una partida de dominó con los viejetes del bar del pueblo, necesito tiempo para digerir y sentirme, un poco, parte de los sitios que visito.
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