SIN ESPACIO

Una de esas noches en que circulaba, divise un pequeño erizo que lentamente cruzaba la calzada, lo evite, pare el vehículo y como pude lo lleve al otro lado donde se hallaban unos árboles, no es que sea el salvador de animalitos, pero no soporto ver sus cadáveres en las cunetas. Con tantas urbanizaciones hemos invadido su territorio y cercando sus espacios naturales, muchos de ellos se han acostumbrado a comer los desechos y a soportar a los invasores y a muchos no les queda mas que perecer, de cada vez vamos poniendo mas cemento, todo, para que luego haya fulanos/as que presumen de vivir en plena naturaleza, un día los visitas y están en el adosado nº 1.458 de una urbanización con cuatro arbolitos y miles de toneladas de cemento, “aquí se respira aire puro” dicen y se quedan tan panchos.
La Lista Roja de las Especies Amenazadas incluye 41.415 especies de las que 16.306 están en peligro de extinción, con un aumento anual de doscientas especies mas o menos, o sea que están a punto de desaparecer un mamífero de cada cuatro, un pájaro de cada ocho, un anfibio de cada tres y el 70 % de las plantas.
Pase mi infancia y adolescencia a escasos cincuenta metros del mar, en verano eran habituales las salidas para coger cangrejos, pulpos, sepias, caracolas y para un caldo con la cañita, incluso en alguna que otra ocasión con un pala hasta nos hacíamos un par de kilos de almejas que luego, alguna progenitora cocinaba o se agenciaba a cambio de varias pesetas que utilizábamos para la compra de caramelos y más entrados en años para un “celtas”.
No voy a convertir este escrito en una historieta de “cuéntame”, pero hoy, todos esos lugares donde me bañaba y jugaba, están ocupados por yatecitos de 20 metros de mínimo, muelles, grúas y garitos de dos club náuticos a los que solo tienen acceso los “cabroncetes” que pueden poseer yatecitos de esloras impresionantes, han creado puestos de trabajo, ha florecido la economía, han construido apartamentos e infraestructuras, me han dado la visión de la riqueza y el progreso, pero me han quitado ese metro cuadrado de espejo de agua para poder mojarme los pies, con ello, también se han cargado mis rocas, mis calitas, mis playas, mis rincones y los rincones de otros muchos de cientos que guardaban los recuerdos de un primer baño, de una pelea en la arena o de ese primer beso enla orilla del mar, hoy, los niños tienen que andar a zonas de playas “creadas artificialmente” so pena de ser sacados de las instalaciones “privadas” por el "segurata" de turno o por algún capullo alemán, ruso o de donde sea, que no soporta a los pobres lugareños.
De la montaña otro de lo mismo, caminos cerrados, mansiones no se sabe de quién, ni quien es el hijo de su madre que ha autorizado que se construya en ese lugar idílico, que de ser terreno de acceso pasa a ser inaccesible.
Ya se que la banderita de defensa de los animalitos y de la naturaleza esta muy vista, incluso desprestigiada por aquellos que han hecho su agosto, (sin ir mas lejos el Gore cobra 200.000 euros por conferencia), pero al menos intentemos respetar el lugar de cada uno, defendamos nuestra tierra y nuestro mar de los especuladores y sobre todo aportemos nuestro pequeño grano de arena, quizás salvando un erizo no se salva la especie ni el mundo, pero que puñetas… al menos vivió un poco mas, todo sea para no verlo aplastado sobre la línea continua de la carretera.
Hay demasiadas muertes inútiles para preocuparnos por un “puñetero” animalito lleno de pulgas y es así en cierto modo, pretendemos ver el cielo desde las terrazas de los grandes edificios sin apercibirnos de que allí, no llegan las mariposas, no vamos a salvar al mundo, pero al menos podemos contribuir a que sea un poco mejor. Aún sabiendo que esa pequeña lucha no sirve absolutamente para nada, vale la pena intentarlo. Siempre he sido defensor de causas ¿perdidas?, no se, quizás sea un ilusorio amante de la utopía.





¿Que te puedo contar que tu no hayas vivido?
¿Que te puedo contar que tu no hayas soñado?
No me pesa lo vivido,
me mata la estupidez
de enterrar un siglo
distinto del que soñé.

(Estrofa de una canción de Víctor Manuel)